martes, 17 de mayo de 2011

Leyenda del silbón, sinfín o finfín

La memoria colectiva llanera fecunda de gestas, de historias, de cuentos, mitos y leyendas, de supersticiones, de creencias, de espejismos, de moral y religiosidad, de realidad y fantasía... de identidad; reconoce y valida la existencia del espíritu vagabundo de un hombre que mató a su papá, y fue condenado a vagar por el mundo cargando en un costal los huesos de su progenitor.
El tema es el parricidio y el imperioso castigo físico y moral.
Después de asesinar a su padre, el hombre fue castigado por su abuelo con un mandador de pescuezo (típico del llano). Tras intentar huir fue mordido por el perro tureco, para concluir el castigo, su abuelo regó sobre sus heridas gran cantidad de ají picante.
El recuerdo y mención de lo sucedido libra a las personas de ser atacadas por este espíritu errante conocido como Silbón.
El silbón, uno de los más reconocido, temido y respetado espanto de la sabana, se presenta en forma de sombra, principalmente a los borrachos. Quienes lo han visto de cerca le dan forma de hombre alto, flaco y ensombrerao, que ataca a los parranderos y borrachos, a los cuales chupa el ombligo para tomarles el aguardiente.
Cuentan que al llegar el finfín a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta uno a uno los huesos; si no hay nadie quien pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer.
Juan Pablo Rojas Hidalgo, en su folleto titulado El Silbón presenta dos versiones diferentes pero que convergen en contenido:
“El silbón” es el alma en pena de un hijo que mató al papá para comerle las “asaduras”. El muchacho fue criado toñeco (mimado), hacía lo que le daba la gana no respetaba a nadie, de esos que día a día van por el camino del vicio y del crimen. Un día quiso comer víscera de venado. Su padre se fue de cacería para complacerlo, pero tardaba en regresar. En vista de esto el muchacho se fue a buscarlo y al ver que no traía nada, no había podido cazar el venado, lo mató, le sacó las vísceras y se las trajo a la madre para que se las cocinara. Como no se ablandaban, la madre sospechó que eran las “asaruras” de su marido; preguntándole al muchacho, quien confesó la verdad.
De inmediato lo maldijo “pa’ to la vida”. Su hermano Juan lo persiguió con un “mandador”, le sonó una tapara de ají y le azuzó el perro “tureco” que hasta el fin del mundo lo persigue y le muerde los talones.
La segunda versión cuenta que “El Silbón’ es el ánima en pena de un muchacho que mató al papá para comerle las “asaduras”. En esta versión encontramos un personaje criado con toda libertad, demasiado mimado. Cuando era un “zagaletón” (adolescente) se fue de la casa y empezó a rodar. Acostumbrado a hacer todo lo que quería, quiso hacer lo mismo en la vida libertina que llevaba, mató a varias personas; muchas veces estuvo preso por diferentes delitos, sufrió tantos golpes que, cansado, regresa al rancho de sus padres. Estos lo reciben muy contentos. Se dice que pasados algunos días invitó al padre de cacería. En el camino encontraron un árbol que obstaculizaba el paso. Aquí el muchacho le dice a su padre: “Papá ¿porqué no enderezas ese palo? está atravesando en el camino. ¿Por qué no lo enderezas?
- ¡Ay hijo!, ese ya no se puede enderezar, había que haberlo hecho cuando estaba tierno, cuando estaba chiquito, ya está muy formado, muy crecido, ya no se puede.
- ¡Ah! si usted sabía eso, que las cosas torcidas se enderezan cuando están pequeñas, ¿por qué no me enderezó a mí cuando podía, cuando estaba a tiempo?
Usted me dejó crecer así: malo, torcido, caprichoso... usted no sabe cuánto he sufrido, he tenido que matar tanta gente y sufrir tantos golpes para llegar a este momento con vida”.
El muchacho le declaró, entonces, a su padre que lo iba a matar, que se vengaría por todo lo que había sufrido. Efectivamente lo mató, le sacó las vísceras y se las llevó a la mamá para que las cocinara.
Al conocer la verdad, la mamá lo maldijo diciéndole que no descansaría, sería errante y que cuando tratara de descansar oiría al perro tureco, latiendo y mordiéndole los talones.
Quienes lo han escuchado dicen que sus silbidos son tan horrorosos e intensos que rompe los oídos y priva a las personas aún sin atacarlas físicamente.
La leyenda del silbón, no es una fantasía, producto de la superstición, pertenece a la conciencia de un pueblo que no se interroga cuando habla de sus espantos, que no pregunta por su origen y procedencia, lo importante es que existen, por que lo han contado los abuelos de sus abuelos a sus padres y a sus hijos para mantener unidos por siempre los eslabones indisolubles de la tradición. Numerosos habitantes del llano expresan que lo han visto principalmente en el verano, cuando la sabana arde en épocas de sequía, sentado en los troncos de los árboles recogiendo ceniza de la cual se alimenta. Se afirma que en los tiempos de lluvias el espanto sale hambriento de justicia y se alimenta de los borrachos incautos que no reciben consejos y se atreven a recorrer los caminos del llano en busca de parranda.1

Moralidad y fantasía en la leyenda

En la leyenda, como expresión primitiva, conviven paralelamente la realidad y la fantasía; en el proceso evolutivo la mimesis es tan estrecha que se hace imposible establecer verdaderas diferencias, ya sea porque a través del tiempo el pensamiento del hombre ha girado entre la realidad y la fantasía o por la mutación, esencia del mismo proceso de evolución y adaptación. Sin embargo, e independiente del hecho verosímil o fantasioso, el aspecto moralizante es una constante en las leyendas y esencialmente en el Silbón.
En la segunda versión se aprecia cómo el mundo inconsciente del hijo es producto de la crianza, del exceso de libertad, de la pérdida de autoridad y, en general del efecto equívoco de concebir que el “amor” debe convertir a los padres en marionetas guiadas al vaivén de las auras juveniles y caprichosas de los hijos en “proceso de formación”.
El Silbón es una leyenda que vive en la conciencia del hombre llanero, impregnada del saber popular: de sus creencias, temores y que transmite una enseñanza moral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario